Una formación inicial docente que encare al siglo XXI

Joselin Taveras – Especialista en educación y formación docente del Instituto Superior de Formación Docente Salomé Ureña en República Dominicana

 

Los docentes son actores claves en la calidad de la educación y del sistema educativo. Diversos estudios en América Latina y el Caribe concluyen que la baja calidad formativa de los docentes incide directamente en los procesos de enseñanza que desarrollan y el aprendizaje de los estudiantes. Por ello, la Formación Inicial Docente (FID) ha de ser más integral e interdisciplinaria coherente a las demandas del momento histórico en el que nos encontramos, por demás su influencia es humanista y social.

 

La FID, en general, se encuentra entre los principales desafíos de la región para mejorar la educación. La misma implica un conjunto de aspectos antes, durante y después: los postulantes y el rigor de selección para asegurar el perfil de entrada a la carrera, el currículo de formación que se implementa, las experiencias y prácticas que conlleva la formación, continuando con el acompañamiento en el proceso de la inserción e inducción al sistema educativo como aspectos interconectados.

 

Los resultados del estudio sobre la FID en la República Dominicana presentado en el 2020 por la Red para la Lectoescritura Inicial de Centroamérica y el Caribe (RedLEI) y analizados recientemente a través de las sesiones de “Diálogos Informados” corroboran con el desafío de la formación. Se apunta a una revisión general. Si bien se están llevando a cabo iniciativas interesantes por las instituciones formadoras y desde las políticas educativas para mejorar la calidad de la formación inicial, se debe seguir en una línea de fortalecimiento.

 

Por otra parte, efectos del concurso de oposición en sus últimas versiones y los resultados de aprendizajes de los estudiantes recogidos en los diferentes diagnósticos realizados en República Dominicana provocan un cuestionamiento e indican la necesidad de mejora y la revisión exhaustiva del currículo de la FID, el sistema de prácticas, sus procedimientos y las experiencias en las que participan los docentes en formación.

 

En este sentido se hace necesario revisar el enfoque y modelo de formación que se asume, partiendo de la premisa que los docentes reproducen el mismo modelo en el que han sido formados. Implementar un modelo de formación más interdisciplinario, pues deben vivir experiencias diversas, académicas y socioculturales, así como aprender a enseñar desde las prácticas docentes, avanzar a un fondo de conocimiento y nuevas perspectivas.

 

Hay un conjunto de aspectos fundamentales a tomar en cuenta:

 

  • El perfil de los formadores, quienes idealmente deberían tener experiencias previas en aula, como referente para anclar la teoría con la práctica.
  • Integrar la investigación durante todo el proceso de formación y producir conocimientos sobre la base de las prácticas en las que participan.
  • En cuanto a las prácticas, es de prioridad un acompañamiento más reflexivo, como una acción nodal en la formación, incluso pudiendo integrar especialistas expertos en determinados procesos de prácticas clave, lo que puede hacer una gran diferencia en la formación inicial.

 

Como país tenemos un gran compromiso con la generación presente y futura; se demanda un impacto en los procesos de enseñanza y el aprendizaje de los estudiantes.

 

Luego de la pandemia por COVID-19, tenemos un escenario de mayor reto de cara a la generación de un docente que desarrolle las competencias humanas y digitales que le permitan encarar los desafíos del siglo XXI en la era de la globalización.

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